Cuando mi amiga Luci me prestó este libro de Carolina del Olmo, «¿Dónde está mi tribu?«, S de Sinosuke estaba justo entrando en una nueva etapa del sueño. Con cuatro meses pasó de ser el bebé que dormía del tirón seis horas por las noches, envidia de las mamás recientes, al bebé que se despertaba sin parar, cada 20-30 minutos durante toda la noche. Y yo pasé de ser la mamá que desde el parto vive de subidón, es activa y no para de hablar de las maravillosas virtudes de la maternidad, a ser una mamá irritable, ojerosa y despeinada que vendería su alma al diablo por media hora de soledad en un spa. Sí, además de tener poca tolerancia al dolor (esto lo aprendí en el parto), tengo muy poca tolerancia al sueño. Ninguna. En ese momento fue cuando para mí cayó definitivamente el mito de la supermamá.
Hay muchas cosas en el puerperio y en la crianza tan duras que no es posible llevar sola (por sola me refiero también a en pareja, hace falta mucha más gente involucrada para salir de la soledad en la crianza). No, no es posible y me niego a aguantar. Yo también quiero mi tribu, la que hace falta para criar a un hijo. Cuando Luci me prestó este libro yo estaba obsesionada con la idea salvadora de que mis padres y mis hermanos se vinieran a ocupar el piso de al lado, que Papaki sólo tuviera que trabajar de 8 a 15 de lunes a viernes, y que yo pudiera vivir mi día a día sin preocuparme de conseguir un trabajo para después. Pero me acabé el libro y en ningún lado decía que todo eso fuera a pasar.
«Estos datos procedentes de sociedades tradicionales podrían sugerir que los humanos somos -o hemos sido- lo que en biología se llama una especie de crianza cooperativa, es decir, una especie en la que los individuos proveen cuidados a crías que no son las suyas. También desde este punto de vista, pues, el marco íntimo de crianza que se ha consolidado en Occidente en los últimos doscientos años constituye una anomalía histórica. El modelo de una madre dedicada en exclusiva al cuidado de sus hijos y aislada en el hogar es fruto de un proceso social sin precedentes y muy posiblemente fallido. Pero probablemente también lo es cualquier forma de crianza que no esté basada en una tupida red comunitaria. Así es como las relaciones económicas dominantes en nuestra sociedad parecen incompatibles con pautas de crianza que se han mantenido más o menos inmutables durante miles de años. O, dicho al revés, los distintos modelos de organización social y familiar compatibles con el capitalismo -incluidos algunos con componentes igualitarios y liberadores- parecen contradecir algunas realidades duraderas de la naturaleza humana.»
Carolina del Olmo, ¿Dónde está mi tribu?
Fue una lectura algo dura pero alentadora, muy oportuna. Una visión mucho más amplia que la que suelen ofrecer los libros de crianza sobre la soledad, desorientación y aislamiento que podemos llegar a sentir ante la tan común como insólita experiencia de criar a un hijo. Para mí fue la oportunidad para cuestionarme conceptos en torno al adultocentrismo/niñocentrismo, afecto, cuidados, feminismo y culpa en la crianza. Pero sobre todo fue un impulso para cambiar la necesidad de aguantar por la capacidad de crear conexiones que permitan la cooperación. Sí, prefiero que señalen mi facilidad para pedir ayuda a que alaben mi capacidad de aguante. Porque dedicarnos al cuidado de nuestros hijos puede ser mucho más placentero y liberador si lo hacemos en manada, y como esto no es nada fácil (menos en una gran ciudad) no tenemos la culpa si no lo logramos.
Aquí os dejo el enlace afiliado al libro para los que lo queráis comprar. Recomendadísimo si te interesa la maternidad, estás embarazada, pero sobre todo si estás en los primeros meses crianza, que para mi es cuando asaltan más dudas y la lectura se hace más significativa.