La empatía consiste en comprender y respetar completamente lo que otra persona está sintiendo. Una de las claves fundamentales en la comunicación no violenta es la empatía hacia uno mismo y hacia los demás: es la única manera de llegar a la compasión, que es lo que nos permite aceptarnos, aceptar al otro, y avanzar pacíficamente hacia un objetivo común. Vivir pacíficamente en sociedad. Por eso es una de las habilidades sociales más básicas que podemos aprender: sin empatía no hay comunicación sincera, no existe posibilidad de entendimiento ni de acuerdo.
Para poder tener empatía es necesario conocer las emociones. Una educación que da espacio al aprendizaje emocional, que pone nombre a lo que el niño siente y le permite experimentar qué es y cómo se gestiona, también le capacita para la empatía. Pero una educación en la que se le dice al niño “no se llora”, “no pasa nada”, “hay que compartir”, “pídele perdón”, “no te enfades”, “no es hora de jugar”, o “no se grita” cuando está sintiendo una emoción importante para él, le hace desconectarse de lo que siente, y también de lo que sienten los demás. Y sin una gran capacidad empática las relaciones sociales se dificultan.

Muchas veces creemos ser empáticos con el otro, y en realidad ni siquiera estamos presentes. Damos consejos, tranquilizamos, hacemos preguntas o explicamos cuál es nuestra postura. Pero la empatía requiere centrarnos totalmente en la otra persona, darle el espacio y el tiempo que necesita para expresarse plenamente, para llegar a sentirse comprendida. Existe una serie de conductas habituales que cuando alguien se expresa saltan en nosotros como un resorte que nos impide conectar con el otro: corregir, educar, explicar, interrogar, compadecer, minimizar, contar un caso parecido, competir, consolar, aconsejar… Si no nos precipitamos en buscar una solución, si mantenemos la empatía, permitiremos que el otro llegue por sí mismo a una mayor comprensión de su situación. No se trata de hacer tanto como de ser. ¿Deja espacio la educación para que se dé la presencia? ¿Permite la lentitud que requiere aprender o conservar la presencia? ¿Es, por el contrario, una lista de tareas que hacer que no deja espacio al ser?
Empatía se aprende permitiéndonos sentir y nombrando aquello que nos pasa para solicitar aquello que necesitamos, y también escuchando los sentimientos y las necesidades de los demás. Requiere de nosotros presencia, no se hace algo para ser empático, se está presente y así se comprende respetuosamente al otro. Es necesario desprenderse de todas las ideas preconcebidas y prejuicios, vaciar todas las facultades, y escuchar desde el ser (no desde el hacer). Y una educación que pretenda facilitar la socialización del niño dejará espacio y tiempo para que esto suceda.
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