Uno de los argumentos más utilizados contra las capacidades socializadoras de las pedagogías alternativas es que, en la vida adulta, los niños se deben enfrentar a ambientes menos tolerantes que la escuela y esto generará un conflicto. Por ejemplo, “los niños se acostumbrarán a hacer lo que quieran en la escuela pero de adultos su jefe les dará órdenes y no sabrán afrontar la situación” o, “crecerán en un ambiente tan amable que de mayores no sabrán resolver los conflictos de la vida cotidiana”.
Sin embargo una educación centrada en el respeto de los ritmos e intereses del niño, en su autonomía, en la que el adulto no interviene más que como acompañante o guía que asegura su bienestar pero permitiendo que el niño busque sus propias maneras de abordar retos, el niño adquiere habilidades para la resolución de conflictos. Estas habilidades le van a permitir negociar y superar estas situaciones sin tener que sucumbir a los intereses del otro.

El aprendizaje se da cuando se hace aquello que se pretende aprender. También en la resolución de conflictos esto sucede así, resolviendo conflictos. Para que esto ocurra es necesario que el adulto responsable de la educación, además de proporcionar herramientas, no intervenga resolviendo cada conflicto al que tengan que enfrentarse los niños. Cada conflicto cotidiano entre niños es una oportunidad de aprendizaje, si el adulto de referencia lo permite, da ejemplo y no interviene resolviendo u obligando a resolver. El papel del educador que quiere potenciar el aprendizaje en resolución de conflictos es el de asegurar la seguridad e integridad del niño, sin intervenir si no es necesario para este fin. El equilibrio es delicado, pues una excesiva intervención puede enseñar a los niños a delegar responsabilidades, ignorar o evitar los conflictos o demorar las situaciones para las que no han adquirido habilidades, pero al mismo tiempo, una actitud permisiva con las agresiones les enseñará a unos a no valorarse y justificar su situación de víctima, y a otros a recurrir a la agresividad como resolución. Por eso el educador debe tener muy claro cuál es su papel.
En la educación basada en premios y castigos, normas y consecuencias, el adulto resuelve los conflictos por vía exógena cuando el niño no tiene posibilidad de encontrar la solución por sí mismo, pero también cuando sí la tiene. De esta manera el niño pierde la posibilidad de practicar vías endógenas a su alcance como podría ser la negociación. La resolución de conflictos es una habilidad que se adquiere con la práctica de la flexibilidad, creando o ideando alternativas, proponiendo condiciones y escuchando activamente.
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