La educación de los niños

Antes de Navidad escribí un post sobre juguetes que pretendía ser una guía orientativa para saber qué regalar, pero sobre todo para saber cómo evitar regalos no deseados para nuestras hijas e hijos en Navidad, cómo comunicar compasivamente a los seres queridos que nos hacen regalos nuestra postura ante algo tan importante en la formación de la personalidad del niño como su tiempo de juego. Esto afecta a cómo es un juguete, de qué material está hecho, qué hace y qué no hace, cuántos son, qué le permite descubrir al niño, y qué potencia y refuerza.  No lo publiqué. Pensé que al fin y al cabo un regalo es un regalo y quien lo ofrece lo elige con amor y lo da generosamente, y eso ya lo hace valioso, y es fácil que alguien se sienta ofendido si te pones a dar indicaciones sobre qué quieres o no quieres para tus hijas o tus hijos y bastante tensa es ya la Navidad como para añadir riesgo de explosión masiva con algo que se va a recibir como manías de sabiondilla aplicado a la parte más celebrativa, que son los regalos. En otras palabras, no me atreví a romper con mis propios prejuicios.

«Aunque hemos tenido el valor de criar a nuestras hijas como a nuestros hijos, raramente hemos tenido el valor de criar a nuestros hijos como a nuestras hijas» Gloria Steinem

¿Qué hubiera pasado si S de Sinosuke hubiera sido niña? Estoy segura de que me habría plantado hace mucho para frenar la amenaza de estereotipo que supone regalar en exceso cosas rosas, princesas, cocinitas y bebés. Porque sé que si su mundo de juego se ve reducido a estas referencias crecerá dando importancia a los cuidados y sabiendo cocinar y limpiar, pero creyendo que debe hacerlo ella sola, expresando sus emociones pero creyéndose poco capaz para las construcciones, las matemáticas, el deporte o las ciencias. Sabemos que crecería con sus sueños limitados a creencias que reducen las habilidades a una cuestión de sexo, y pondríamos mucho empeño en evitarlo. Lo haríamos con juguetes que respondan a sus intereses reales y no a lo que se espera de ella, que no fomenten la consolidación de estereotipos sexistas, con historias de mujeres que viven aventuras de las que son protagonistas y sus aportaciones a la cultura y la vida. Estamos (más o menos) preparados para afrontar la educación de las niñas en equidad, y si tenemos dudas, existen cada vez más iniciativas (esta me encanta: Ni putas ni princesas) para ayudar a la crianza de niñas libres y empoderadas. Pero han acabado las navidades y, aunque S de Sinosuke viste muchas veces de rosa, no ha recibido ningún bebé que cuidar, ninguna cocinita, ninguna princesa. Y me pregunto qué se está perdiendo.

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Juguetes de construcción de madera y  de silicona, instrumentos musicales, coches, trenes y camiones, sonajeros y mordedores, pistas de bolas… Son todos juguetes con los que explorar, descubrir, divertirse, aprender. Son geniales. Y todos sabemos que valen tanto para niños como para niñas, regalos para todos. Pero nos sigue pareciendo extraño regalar a un niño juguetes convencionalmente asociados a roles femeninos. ¿Por qué? Seguimos tendiendo a considerar de menor categoría los juguetes que la propia sociedad etiqueta como «de niñas». A veces pensamos que regalando juguetes neutros educamos para la equidad, pero ¿no son todos los juguetes neutros? Es decir, ¿de verdad nos creemos que los niños no notan que un juguete azul nos vale para una chica pero uno rosa no nos vale para un chico? ¿Qué les estamos comunicando cuando integramos juguetes que la sociedad ha categorizado como «de chicos» en el juego de las niñas pero seguimos sacando los juguetes «de chica» fuera del imaginario masculino? Pues más de lo mismo, que los cuidados, cocinar, limpiar, la maternidad, la estética, la expresión de tus sentimientos, el amor, todo eso sigue siendo algo que no cuenta tanto como las matemáticas, la arquitectura, o las aventuras. Les estamos comunicando, otra vez, que todo eso es algo de chicas. Y, si el juego extrictamente rosa en las niñas hace que pierdan confianza en sí mismas en ciertas materias, el juego estrictamente azul (lo cual es mucho más común) en niños hace que pierdan confianza en sí mismos en otras. Feminista Ilustrada lo explica de maravilla en este post:

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Ilustración de Feminista Ilustrada para su artículo ¿Me enseñaréis a ser niño o niña? http://feministailustrada.com/2015/12/13/me-ensenareis-a-ser-nino-o-nina/

Con un uso sexista de los juguetes y los juegos los niños aprenden que existe cierta sensibilidad que no es para ellos, y crecen denostando valores como los cuidados, la entrega y la calma, y si esto se une al refuerzo de la competitividad y la fuerza que puede potenciar, por ejemplo, todo el imaginario de superhéroes (que sí está en el lado azul), fácilmente llegarán a creer en su superioridad respecto a las niñas en poco tiempo, mientras se sentirán incapaces de desarrollar habilidades «propias de las niñas». Esto ya es más que preocupante, pero además, ¿qué se pierden los niños que no juegan con muñecas? Pues desde ciertas habilidades motoras finas propias de actividades como vestir y desvestir, a una gran oportunidad de desarrollar su inteligencia emocional, pasando por los hábitos de cuidado. Y, ¿sabes qué?, el cerebro del niño hasta los seis años tiene la capacidad de aprender como nunca más lo hará. Y por eso las creencias, hábitos y aprendizajes que absorban hasta esa edad les acompañarán siempre, y los que no, les costará muchísimo aprenderlos de adultos.

El machismo mata, no es un problema menor. Estoy segura de que criaremos niñas libres y empoderadas. Me gusta imaginarme que ningún niño les llamará entonces locas, radicales o feminazis. Me gusta pensar que criaremos niños capaces de expresar sus sentimientos sin imponer exigencias, que asuman sus responsabilidades en los cuidados y lleguen hasta donde imaginen en su desarrollo personal sin limitaciones de género. Me gusta creer que nos atreveremos a hacerlo cuanto antes. Ya se sabe, María Montessori lo dijo, la educación comienza en el nacimiento.

#soyquiendecide

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