Te tomas en serio la maternidad. De verdad te ha movido algo, te ha cambiado y estás disfrutando ese cambio. Todo lo ves de manera más intensa. Ves una conexión, un continuum, donde antes sólo había fragmentos de vida inconexos. Sientes que tener hijos ha abierto en ti una nueva consciencia, que de pronto tienes la oportunidad de vivir una experiencia que nada tiene que ver con tu vida como adulto anterior, que suma una nueva dimensión. Sabes que el niño tiene una mente absorbente y que la infancia es un acontecimiento extraordinario, una oportunidad única, que va a pasar, y que el niño de hoy está continuamente construyéndose a sí mismo, al adulto de mañana, así que sientes que todo importa, cada detalle. Quieres acercarte a ese niño con respeto y amor para acompañarle en su desarrollo procurando lo mejor para él. Has comprendido de pronto tantas cosas que estás entusiasmada. Has cambiado tu forma de comer, de dormir, la disposición de la casa, tus rutinas, tu tiempo de ocio, volcada en esta nueva vida que es como los primeros días del noviazgo más intenso que hayas tenido en tu vida multiplicado por cien mil millones, todo el tiempo. Y de ahí sacas la fuerza creadora que te mueve en la crianza. Te sientes en comunión. Nunca habías estado tan segura de nada. Te mueves por puro amor y parece que así es como tu mente comprende. Nunca nadie te había mirado así. Nunca habías mirado a nadie así. Estáis los dos presentes. Sois un equipo. Entiendes tantos errores que has cometido a lo largo de tu vida y que sólo requerían calma y escucha. Observas, en un segundo plano, intervienes en el momento preciso. Sientes que estás en el camino correcto. Os miráis y os sabéis felices.
Entonces alguien te suelta la frase maligna: «Nena, sé más natural, no tienes nada que demostrar». ¿Por qué? Puede ser por mil cosas: porque te insisten en que te tomes una cerveza que hace buena teta y tú no quieres, porque le ofrecen una galleta con chocolate y se te nota mala cara, porque pides por favor que no pongan la tele, porque no te gusta que le lleven de la mano para andar cuando quiere gatear, por que no le das biberón, ni triturados, porque te molesta que le llamen «machote» o «princesa», porque no lleva chupete, porque no quiere besos y se los están dando, porque sí y porque no. Por cualquier decisión que tú tomas te pueden soltar la frase maligna del día. Y ante eso, ¿qué haces?

Para mí depende mucho de quién te la suelte. Si es una señora que pasaba por ahí me suele dar por contestar educada tirando a borde. Si es un cuñao, una persona con la que tienes que tratar pero con la que no te llevas (no es el caso de mis cuñados, ¡os quiero!), no suelo contestar. Pero en cualquier caso son frases que te desmontan, están llenas de juicios y exigencias, te cargan y se sienten como una bofetada. Te distancian de quien las emite. Y si, como muchas veces ocurre, viene de alguien que quieres cerca, se puede abrir una brecha si tu respuesta es también violenta, es decir, no empática. Y hay que buscar otra solución.
En mi formación como mediadora para prevención y resolución de conflictos en el ámbito profesional, educativo y familiar a través de la CNV (Comunicación No Violenta) hacemos un ejercicio que sirve para desactivar frases «bomba» que, al oírlas, nos distancian de nuestro interlocutor porque al mismo tiempo que nos bloquean en tanto que son juicios hacia nosotros, nos distancian del otro porque nos impulsan a juzgarlo y, en este punto la comunicación se convierte en violencia. Para evitar esto «desactivamos» las frases a través de una traducción en hechos, sentimientos y necesidades que nos permita conectar empáticamente con el otro, volver a la cercanía y comunicarnos comprensivamente. Me parece que es perfecto para desactivar las frases malignas que nos hacen explotar ante personas de las que, en realidad, no queremos distanciarnos.
Entonces, ¿qué haces cuando tu madre, por ejemplo, te suelta semejante perla que tira por tierra toda tu posición vital? Una posible traducción podría ser esta:
– ¿Otra vez teta? Voy a enchufarle un chupete que eso es ya vicio.
– No mamá, si pide yo le doy teta.
– Nena, sé más natural, no tienes nada que demostrar.
– Cuando dices eso entiendo que quizá estás preocupada porque para ti es importante cuidar de la mejor manera posible a tu nieto y a veces no entiendes mis decisiones, y te gustaría tener la seguridad de que estoy tomando la decisión adecuada, claridad para entenderme, y confianza en que mi decisión también la estoy tomando poniéndole a él en el centro y no por motivos que para ti son superfluos como demostrar algo a alguien. ¿Es así? A lo mejor como lo ves inquieto sientes la necesidad de calmarlo cuanto antes y por el mayor tiempo posible y recurres a las soluciones que conoces y que para ti son apropiadas y te molesta no entender mi decisión, porque no le encuentras una explicación que te satisfaga. ¿Quieres que intente explicarte mi postura al respecto y por qué para mi es importante mantenerme firme en esta decisión y cuidar estos detalles?
Vale, tengo que practicar más, hacer traducciones más cortas, porque algunas personas no van a aguantar toda esa parrafada y, en según qué ambientes, puede que suenes tan repipi que no te dejen ni acabar la intervención, pero es un comienzo. Este tipo de respuesta puede abrir una conversación que nos acerque, y eso es muy valioso. Los conflictos son oportunidades maravillosas para conocernos más, para unirnos. Que una «frase maligna» nos aleje de personas que nos importan es una pena, y nos ayudaría tener nuestra propia frase desactivadora para evitarlo. ¿Os animáis a probar?
¿Qué frases malignas os sacan de quicio? ¿Cómo respondéis? Con este post abrimos nueva sección donde iremos compartiendo algunas de ellas y mi particular traducción desactivadora. Lo que empezó como una sección de viñetas de Mikel Motosierra me ha despertado las ganas de escribir, así que será una sección compartida. ¡Viva el trabajo en equipo!
María 27 abril, 2016
Otra frase maligna que suele venir de las abuelas: «estaba estupendamente hasta que has llegado tú»
Marisol López Rubio 21 mayo, 2016
Sí María, exactamente. Esa es muy usada y denota una defensa en entrada y al mismo tiempo es un ataque. Pensaré como responder. Gracias por recordármela.
Sira 21 mayo, 2016
Hola, Marisol
Estoy buceando en tu blog, lo acabo de conocer… Y esta entrada…buffff me encanta.. Frases desactivadoras… Vaya, es genial! Es justo lo que son: un desarme, un bofetón..
Después de leer se me escapó un graaaan suspiro. Alivio.. Desahogo.. 🙂
Graciassssssss mil
Comparto y empiezo a seguirte!
Marisol López Rubio 21 mayo, 2016
Wow Sira, gracias. La verdad es que me quedo tan bloqueada antes estas frases que necesitaba una estrategia para poder respirar y volver a tener calma. Me alegro de que pueda servir de desahogo para ti también. Tengo muchas más preparadas… ¡Besos!