G I R L S

Suelo fantasear con la idea de un Spa en Benidorm: un fin de semana para bañarme, secarme, volverme a mojar, dormir, bañarme, comer algo, y ver una serie antes de dormir para despertarme y volverme a bañar. Digo Benidorm como podría decir Móstoles, Archena o Soria, da exactamente igual, es una fantasía sin vistas. Puede parecer poco ambiciosa y al mismo tiempo es del todo irrealizable. Antes de tener un hijo soñaba muchísimo todas las noches, y mis sueños, historias locas y vivas, me valían de excusa para iniciar un diálogo conmigo misma y ver qué pasaba por aquí dentro. Ahora cuando duermo solamente duermo, pero este tipo de ensoñaciones dan muy buena información. Cuando dejo de fantasear con spas y empiezo a hacerlo con romperme una pierna o que me diagnostiquen una enfermedad rara que me tenga un mes ingresada en el hospital, cuando esa idea es una ilusión, es que he sobrepasado el límite. El deseo extremo de cuidados. A veces pienso que esta fantasía hospitalaria es el equivalente a ese momento en que nuestras madres nos decían «Me cojo un autobús y no me volvéis a ver«. El equivalente reprimido. Así que supongo que no ha cambiado todo tanto.

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Cuando me quedé embarazada viví el mejor momento creativo y anímico de mi vida, fue un subidón de energía y experimenté una claridad mental a la hora de organizar prioridades, planificar y clasificar asuntos en «importantes» y «perdida de tiempo absoluta» que nunca antes había sentido. Fue como entrar en una nueva dimensión de comprensión del mundo, motivación y capacidad de gestionar el tiempo de la que ya no he vuelto a salir. En este sentido la maternidad es como un superpoder que aparece de golpe y no te deja y lo hace todo un poco más realizable, un poco más claro, un poco más comprensible, un poco más placentero. Y planifiqué desde cero toda mi vida. Me quedé sin trabajo y lo celebré. Aproveché para poner sobre la mesa todos los ingredientes que quería tener en mi día a día, todas las necesidades que quería cuidar, y descarté lo superfluo. Como quedó mucho sobre la mesa y lo quería todo, mi plan tenía que ser perfecto, y lo fue. No descuidaba mi realización profesional ni el cuidado de mi hijo, mi crecimiento personal ni las relaciones sociales, tenía en cuenta todas mis pasiones y era una promesa de vida plena. Y lo puse en práctica. Gané una beca nacional de teatro, comencé a trabajar en mi propio proyecto y lo presenté en algunos espacios en los que siempre había querido actuar. Conseguí un representante y comencé a hacer algunos trabajos audiovisuales también. No es que fuera una carrera prometedora, pero era un comienzo real. Yo quería pasar con mi hijo sus primeros años, todo el tiempo posible, y aportar en su educación, así que fue el momento también de nacer Mamananádada como espacio físico, y eso requería además iniciar nuevos estudios. Todo a la vez, lo quería todo. Y no me llamaron loca, me llamaron valiente.

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Por la misma época Papaki vivió una experiencia similar. Su trabajo de 10 años terminó al poco de nacer S de Sinosuke y era una oportunidad para replantearse el futuro. Y pensó en lo que más le gustaría tener en su nueva vida. Apareció la posibilidad de pasar tiempo con su hijo y de dedicarse a su tesis. No es que fuera una opción similar a Mamananádada, es que era la misma, formación previa para trabajar conmigo y S de Sinosuke, pasar tiempo con él y otros niños, y tiempo para su realización personal y proyectos propios. Todo a la vez. No le llamaron valiente, le llamaron loco. Y las mismas personas que me dijeron que yo podía con todo a él le advirtieron que su carrera profesional se iba a ver descuidada y él se iba a sentir insatisfecho, incluso que iba a ser una pena con todo lo que él tenía que aportar. No hablo de unas personas en particular, todos reaccionamos así, en general. No sé, me parece algo sobre lo que reflexionar. La verdad es que siguió con su carrera y su paternidad como pudo y dedicando, además, mucho tiempo a Mamananádada y fue valiente. Y yo sí acabé haciendo el cambio a los cuidados y dedicándome a la maternidad mientras hacía lo que podía con mi trabajo escénico, poco, y fue una manera muy distinta de ser valiente. Nadie me advirtió que fuera a descuidar esa faceta ni me dijo que era una pena con todo lo que tenía que aportar. Hace mucho que no he hecho nada en ese ámbito. Hace poco entré en la página de mi representante y no aparezco entre sus actrices. No he tenido un día libre desde… no sé. Y lo que sigo escuchando es que soy valiente y puedo con todo.

A veces necesitamos una voz que nos recuerde que no es cierto, que nosotras tampoco podemos con todo, y que con cada decisión hay una renuncia. En mi caso la fantasía hospitalaria puede durar sólo unos segundos, pero es una señal muy clara para parar, ducharme, hacer una lista mental de lo que voy a dejar sin hacer y elegir una buena serie para llevarme a la cama: para cuidarme. Hay otras, antes de ese punto hay muchas otras. Cuidar no es una exclusividad nuestra, y recibir cuidados tampoco debería ser una utopía. Yo a veces olvido que «egoísmo» es una etiqueta sin sentido que socialmente ponemos al acto generoso y responsable de cuidar de nuestras propias necesidades. Olvido que ese acto de autocuidado es el principio del cuidado del otro, y que sin ese paso no se puede avanzar, no se puede conectar ni ser generoso con nadie. Pero por suerte hasta el momento siempre he encontrado a esa persona a la que llaman egoísta que te recuerda en qué consiste la generosidad. Esos días S de Sinosuke sabe que vamos a bailar Bombastic y me pide «más Hanna».

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