Muchas veces pensamos que los niños necesitan límites. A veces ese pensamiento justifica un grito, un sutil castigo disfrazado de consecuencia, una mala cara, un gesto que sabemos provoca una mala sensación. Y pensamos que el niño tiene que pasarlo mal para aprender ese límite, porque lo necesita. ¿Pero quién necesita los límites? Un niño que comienza a caminar, está jugando en el parque, ve una paloma y corre tras ella fuera del parque necesita un límite? ¿Esa es su necesidad? No, ese niño necesita jugar, explorar, descubrir, moverse, curiosear… Esas son sus necesidades que debemos cuidar, eso es lo que él siente. Somos nosotros como adultos que les observamos y procuramos su cuidado quienes necesitamos protegerle del peligro, y una de las estrategias que encontramos para hacerlo es ponerle un límite. Pero la necesidad de límite es nuestra. Nosotros sentimos esa necesidad, no ellos. Ponemos límites por nuestra propia necesidad de contribuir al bienestar del otro, nuestra propia necesidad de dar seguridad a quienes queremos. Lo hacemos por amor hacia ellos, así que sí, estoy segura de que podemos hacerlo sin gritos, sin imposiciones, sin hacerle sentir mal, podemos hacerlo de forma respetuosa y amorosa si recordamos que es nuestra necesidad.
Rosa M Sanlucas Aznar 3 julio, 2017
Soy educadora infantil y me ENCANTA vuestro proyecto,me identifico plenamente.
Si necesitáis a alguien de 42-años que necesita tirarse al suelo ,ensuciar,reír,abrazar,con empatía infantil,contar conmigo,será un placer.
Un abrazo